El amor a las empresas

En nuestra cultura corporativa ha hecho carrera la tesis de que cuando las cosas van mal o que cuando hay que aumentar la productividad y los resultados, hay que apelar al sentido de pertenencia de los empleados.

El sentido de pertenencia:

Las organizaciones nos hacen el “favor” de emplearnos y además nos pagan. Y es también desde esa perspectiva que los empleados asumen esa relación y por eso nunca será suficiente el dinero que nos cancelan, ni nunca serán lo suficientemente buenas las condiciones en las que podemos desarrollar nuestro trabajo.

Vamos creando entonces una relación de amor y odio, en las que las lealtades están, la mayoría de las veces mediadas por un salario y por la capacidad de trabajo que se tenga.

“quiéreme sin importar el cómo ni el por qué”:

En estos ambientes donde la pertenencia y el bienestar interno no son importantes generan situaciones de abuso de parte y parte, o la despersonalización de una relación que aunque armónica puede ser distante, una relación sin mayores compromisos y que puede romperse en el momento menos pensado y es entonces cuando vienen las renuncias o los despidos de un día a otro.

Otra forma de verlo es dejar de hablar del sentido de pertenencia en las organizaciones y más bien hallarle un sentido a esa pertenencia. No es un juego de palabras. Es lograr entender que las empresas no son esas inmensas moles de cemento donde todos los días pasamos nuestras vidas, ni los productos que ella ofrece, ni los equipos, ni la papelería.

Las empresas son las personas, son las relaciones que en ella se tejen y los resultados que se obtienen.

Las empresas son espacios donde las personas desarrollan parte de lo que son como seres humanos, incluida, su faceta profesional.

La comunicación puede y debe jugar un papel fundamental, entendida desde su sentido básico: poner en común. Es decir, que es a través de la comunicación que los distintos se traten por igual, es decir diferentes y es a través de ella, que esos distintos pueden construir y lograr un objetivo, sea cual sea.

Si bien, la idea es tratar a cada empleado como un individuo, es claro que es imposible para cada organización entrar a “negociar” con cada uno los valores, los planes, las metas, los objetivos porque seria un ejercicio interminable y además ineficaz.

Por eso se hace indispensable una cultura corporativa sólida, clara y transparente, tan especifica como para que sea una y no otra pero tan amplia como para que sea capaz de aglutinar a todos.

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